Paso a paso sobre Oracion Ala Medalla Milagrosa

oracion ala medalla milagrosa

Oh Medalla Prodigiosa, protege mi hogar y bienes materiales de todo desastre natural, protege mi vida espiritual y todo mi ser. Con que placer llego frente Tu Muy santo Altar; para contemplar Tus virtudes y exponer mis penas. Que aliento santurrón cobra mi espíritu, al aproximarme frente Tu Sagrada Imagen; donde veo representada la más profunda humildad; una modestia admirable y el resto de todas y cada una de las mejores con que el Señor Dios te adornó. Acuérdate, Oh piadosísima Siempre Virgen María!

Un día como el día de hoy de 1830 tuvo lugar la revelación de la Santísima Virgen María a Santa Catalina Laboure, en la que mostró a la humilde Hija de la Caridad la visión de la muy reverenciada Medalla Milagrosa. Con esta devoción deseaba la Madre de Dios verter una vez más sus rebosantes gracias sobre el mundo laoracionasanpancracio.com para arrimar a varios al corazón de su hijo Jesucristo. No en balde esta devoción se extendió de forma rápida por toda la Iglesia, cosechando en poco tiempo rebosantes frutos de fe y conversión. Tu corazón fue traspasado junto con su Corazón.

Oraciones Cortas A La Virgen Prodigiosa

P. Prager, C.M. María de los Pobres; una relectura de la Medalla Milagrosa desde la periferia. Anales de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad. Aproximaciones al tema pueden encontrarse en Jean Guitton, La superstición superada. Laurentin, en Las Visualizaciones de la Virgen María a Santa Catalina Labouré , Salamanca 1981, pp. .

• De ningún modo mejor que proclamando vuestra bondad y difundiendo por todas partes vuestra bendita Medalla, como me propongo hacerlo desde este día en testimonio de mi agradecimiento y de mi amor.
• En destaca el sitio de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia y pone el acento en su condición de peregrina de la fe como nosotros.

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Oración Para Los Enfermos

Santa Catalina guardó silencio sobre esas visiones a lo largo de los 40 años de su historia esconde y afanosa en Reuilly. Aladel, en relación Director espiritual, desde el principio y Sor Dufès, en el final de la vida de Catalina, absolutamente nadie más supo quién era la vidente de la Virgen. Tal postura cautelosa de la Iglesia frente a los fenómenos sobrenaturales es prudente y justificable, hoy más que nunca, dada la proliferación de tales fenómenos y la facilidad con que mucha gente es proclive a aceptarlos sin el suficiente discernimiento. La inclinación de los seres humanos hacia lo maravilloso se expresa recurrentemente el día de hoy en la credulidad ante tantas pretendidas visualizaciones de la Virgen.

Prosiguió una novena ante las reliquias en la que participó Santa Catalina. Fue a lo largo de la novena cuando vio el corazón del Santurrón sobre un relicario que habían puesto sobre el altar de la capilla de la Rue du Bac. La reliquia expuesta era un trozo del antebrazo, en tanto que el corazón, por aquellas fechas, se preservaba en Lyon. La interpretación que Catalina dio a los distintos colores con que se le presentó ese corazón, y que ella vinculó con los trágicos acontecimientos inminentes, la puso por escrito 26 años después y pasados ahora esos hechos trágicos. Exactamente la misma postura precavida que tuvo la Iglesia ante los fenómenos llamados sobrenaturales es lícito y sensato tomarla también frente a lo que narró Santa Catalina.

Con relación a las apariciones y revelaciones privadas, en el momento en que la Iglesia las evalúa fiables por los testimonios y razonamientos que hay a favor de su autenticidad, las deja como algo que puede ser creído piadosamente por los fieles, pero sólo con fe humana. La expresión «fe humana» desea indicar que las apariciones o revelaciones privadas quedan en un campo diferente al de la fe con la que admitimos la gran revelación de Dios en Cristo. Esto significa que cualquier cristiano puede seguir siéndolo si bien no crea en las visualizaciones o revelaciones privadas. Esos fenómenos «sobrenaturales», si son auténticos, guardan relación con la vida cristiana, pero no entran en el ámbito de la revelación divina sobre la que recae la fe católica. La Iglesia, propiamente hablando, no aprueba ninguna aparición o revelación privada. Cuando juzga que hay pruebas en pos de su autenticidad las deja, las puede sugerir aun.

Catalina se lo tragó y se durmió pensando que S. Vicente, junto con su ángel de la guarda, le conseguirán esa misma noche la gracia de ver a la Virgen como era su deseo. Precisamente, los precedentes favores recibidos en las distintas apariciones de San Vicente a Sor Catalina nutrían en su corazón una confianza sin limites hacia su bienaventurado padre, y su candor y viva promesa no la engañaron.

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